Textos

Origen y Fuego

“El sí mismo está muy bien escondido de uno mismo; de los pozos con tesoros, el sí mismo es el último en extraerse.” – Friedrich Nietzsche

Cavilación, ir del volumen lleno al volumen vacío. Hacer visible lo que aún no tiene forma y que, a partir de sacudidas y conceptos va logrando adquirir carácter y materialidad para habitar cualquier espacio, su propio espacio. Movimiento que oscila entre lo marino y lo desértico, en una danza que supera la rigidez del material para dar tridimensionalidad a formas, que por su misma naturaleza, parecieran no querer asumir un desenlace y seguir creciendo desde lo profundo.

Dieciocho piezas de pequeño y mediano formato, Angella Holguin (1981) se adentra en el vertiginoso y abstracto universo interior, dando como resultado, Origen y Fuego; obra con la que incursiona en la escultura.

Enfrentándose al metal (bronce, acero inoxidable y acero al carbón), Angella se enfrenta también a sí misma. En su búsqueda por descubrir y dominar su propio lenguaje, descubre y dialoga con el existencialismo, la figura y las formas a partir del lenguaje del material mismo: orgánicos y salvajes cortes transformando grandes placas de acero en pasajes de esa introspección. La muerte como cierre de ciclos y cambio de estado; la cualidad purificadora del fuego; los lazos con la tierra y con su feminidad; y la eterna lucha del alma por encontrar su libertad, son algunas de las emociones que doblan y dan forma al metal, generando piezas que a partir del movimiento van creciendo en sí mismas, encerrando espacios, encontrando su razón de ser.

La ausencia de temor para enfrentarse al material, ciertos rasgos de inocencia y pureza, conocimiento de los procesos creativos y de la escultura como materia, son las cualidades más sobresalientes que conforman la narrativa en la obra de Holguin, y es allí donde radica su poder y su estética.

 

Antonio Castañeda Ortiz
Origen y Fuego, 2015
Esculturas de Angella Holguin